Como artista del presente siglo, me sitúo frente a mi nuevo reto, un soporte en blanco, queriendo captar la esencia del lugar que representa, y me planteo, cómo hacerlo… He estado frente a ese paisaje, lo he observado durante horas, me he dejado envolver. He analizado cada uno de los colores y la evolución de los mismos a lo largo del día. He pintado tantos cuadros en mi cabeza como paisajes diferentes la luz ha creado. Y entonces ya frente al lienzo, me sitúo con el único referente, de todo aquello que quedó en mi retina, en mi cerebro… Mis paisajes, se convierten entonces, en un estudio pormenorizado de la atmósfera, los colores, las percepciones, la luz, el olor, los matices.
En todos mis paisajes, muestro algo más que escenas y cielos. Son paisajes que revelan mi propio interior. En esos paisajes se refleja la ligereza y la fuerza que dialogan a lo largo del proceso creativo.
Un minucioso trabajo que parte de un laborioso proceso creativo ¿cómo representar aquello que se articula perfectamente en mi cabeza? Para ello no me vale una imagen cualquiera, sino que parto de la creación del escenario que anhelo, buscando aquel lugar donde pueda reproducirse el telón de fondo de mi obra. Una vez elegido el espacio, soy yo la que configuro esa imagen siendo la protagonista de la foto, de la cual sale la obra. Esta pieza simboliza la necesidad que la mayoría de los artistas hemos sentido alguna vez, de dar un grito al aire. Nace de la reflexión del momento que vivimos, de la fugacidad de los instantes del presente siglo… El avance de las nuevas tecnologías, está claro, que ha sido un vertiginoso triunfo para el hombre, pero ¿ qué hemos sacrificado a cambio? Vivimos en la constante revisión social, el aprobado, que, en la mayoría de los casos, es público a miles incluso millones de seguidores. ¿Es lícito?, ¿no?, no lo sé… Todos, en algún momento, hemos sentido la necesidad de una aprobación externa. El inquietante ritmo al que crecen las redes sociales, convierte a la mayoría de nuestros adolescentes y ya no tanto, más bien niños, en alimento de este imperioso ritmo. Estamos ante una vorágine de imágenes, ante un ciclón de noticias, que en ocasiones, llevan a algunos a sentirse ahogado… A mí no me pasa… El individualismo imperante en la presente sociedad, nos lleva a encontrar en las redes nuestro círculo más próximo. Y es entonces, cuando el día acaba y encerrados delante de la pantalla del teléfono móvil encuentran el refugio de la luz… Pieza creada para brillar en la oscuridad, solo si antes ha recibido la luz necesaria generada por la propia linterna del móvil. No todas las partes del cuadro serán vistas, solo las necesarias para crear ese efecto enmascarado que remite al envoltorio que configura, en ocasiones, nuestra vida social.
Las piezas propuestas forman parte de la serie Riot. El proyecto “Riot”, está formado por más de una veintena de obras, es una serie abierta y en constante crecimiento, alentada por la vertiginosa evolución social, reinante en el siglo veintiuno, o deberíamos decir… regresión… Esta serie abarca la pérdida de valores en el presente siglo, la ausencia de continuidad en la evolución social y cultural. Abre un debate a la reflexión, a través de la des-contextualización de los elementos presentes en la obra. El concepto se apodera de esta serie, donde la idea es el aspecto más importante de producto artístico, la estética queda relegada a un segundo plano El transfer se convierte en el protagonista, medio indispensable para llevar el concepto al límite, una técnica manipulada, rasgada, intervenida; como manifiesto de lo erosionado, lo roído, lo deteriorado… Características intrínsecas al concepto que subyace en esta serie. Las obras que se muestran a continuación están realizadas sobre materiales pobres, tales como dm, aglomerados, etc. subrayando el valor conceptual de las obras que se enmarcan en la denuncia social. En definitiva, arte contemporáneo que invita a reflexionar.